Atardecer en el Mar

Bajo el manto dorado del atardecer,
el mar susurra canciones de cuna,
donde las olas acarician la orilla
y el sol se despide con un beso de luz.
El horizonte se tiñe de fuego y melocotón,
dibujando siluetas que bailan al son
de un viento que ríe, ligero y juguetón,
y mi corazón se eleva, libre, en su canción.
Las gaviotas, en su vuelo, trazan poemas
que solo el alma entiende,
y en cada verso, una promesa de paz:
la felicidad aquí es simple, natural, eterna.
Y mientras el cielo se viste de estrellas,
mis pies descalzos en la arena fresca
sienten la tierra, viva, palpitante y sincera,
recordándome que cada día es una obra maestra.
Así, en la inmensidad del ocaso y la sal,
descubro que la felicidad no es un lugar,
sino un instante que, si sabemos mirar,
siempre, al atardecer, nos viene a encontrar.
JAOC